5 curiosidades de Cádiz, desde el suelo hasta el cielo.

   Cádiz es una maravilla para el viajero curioso, lo cual no resulta extraño dado que estamos hablando de la ciudad habitada más antigua de España, ¿qué digo de España?, ¡de toda Europa!, y por eso son muchos los secreto que se ocultan en sus rincones.


   Fundada por los fenicios hace más de 3.000 años, son muchos los pueblos que desde entonces han pasado por aquí, cartaginenses, romanos, árabes, cristianos...y todos ellos han dejado su impronta en una ciudad realmente diferente del resto. 

   Hoy les quiero hablar de 5 curiosidades que podemos observar simplemente paseando por esta singular ciudad, sólo tienen que fijarse en los detalles, desde el suelo hasta el cielo. ¿Empezamos?

1. Los cantos rodados.

   Para seguir un orden más o menos lógico, lo mejor es empezar fijándonos en el mismo suelo gaditano, ya que algunas piedras nos cuentan historias muy lejanas en el tiempo y en la distancia.

   En concreto, las piedras que buscamos son los cantos rodados que se pueden encontrar en el suelo de muchas calles y plazas del casco antiguo de Cádiz, en especial del Barrio del Pópulo, el más antiguo, y el de Santa María.

   Estas piedras lisas y redondeadas debido al desgaste, fueron extraídas a miles de kilómetros de distancia en los ríos de las colonias americanas, y llegaron a Cádiz siglos atrás, como lastre en los barcos de la carrera de Indias.

   En la calle Plocia hay una placa que nos recuerda la curiosa procedencia de estas piedras viajeras....

2. Con cien Cañones por banda...

   Si el suelo gaditano nos cuenta una historias curiosa, más aún lo hacen las esquinas de las casas, ya que en ellas podemos encontrar ni más ni menos que auténticos cañones militares.

   Mucha gente no lo sabe, pero Cádiz se asienta sobre una isla conectada a la península, o mejor dicho, conectada a otra isla por un istmo muy fino llamado tómbolo. Esta peculiaridad hace que Cádiz tenga muy poco suelo urbanizable, y que además el poco que hay esté completamente construido desde hace siglos.

   Esto tiene una consecuencia, y es que las calles de la ciudad antigua son estrechas para aprovechar al máximo el escaso espacio disponible. El problema es que los carruajes solían destrozar las fachadas con sus maniobras, por lo que los vecinos tuvieron que poner guardacantones duros en las esquinas, como por ejemplo planchas de hierros fundidos.

   Los más avispados incluso aprovecharon estas planchas para poner publicidad de sus negocios.

   Pero ya en el siglo XVII, y sobre todo a partir de 1.812 tras la Guerra de Independecia, se decidió aprovechar los cañones de guerra en desuso como guardacantones.

   El resultado, un auténtico museo al aire libre que podemos disfrutar con más de 100 cañones registrados de diferentes calibres. La mayoría de ellos se han instalado sobre sus culatas, pero algunos están boca abajo dejando ver el cascabel.

   También los hay con su bocal taponado por un proyectil, mientras que otros dejan ver los muñones con los que descansaban sobre sus armazones de madera. Eso sí, la mayoría muestra las señales del desgaste del tiempo y la erosión del mar, ya que la mayor parte provienen de buques hundidos en las costas gaditanas que se han recuperado para esta finalidaz.

   Por cierto, estos cañones son como los icebergs, sólo vemos menos de la mitad de su longitud, el resto está enterrado bajo nuestros pies, curioso, ¿verdad?

3. La Piedra Ostionera...fachadas con fósiles.
   
   Para la mayoría un ostión viene a ser un tortazo de los de quedarse sin dientes, por lo tanto una piedra ostionera no inspira ninguna confianza. Pero resulta que un ostión es también una ostra más grande y basta que la común y que forma parte de esta peculiar roca que ha sido muy usada en las construcciones gaditanas.

   Esta piedra de color marrón, es en realidad una roca sedimentaria muy porosa y áspera al estar formada por restos de conchas marinas, como los ostiones, y por eso, cuando uno pasea por las calles de Cádiz, puede ver en muchas fachadas restos fosilizados de conchas y caracolas adornándolas.

   Por su color, textura y resistencia a los elementos, fueron piedras muy apreciadas en las construcciones importantes, de hecho la Catedral de Cádiz, la de Sevilla, y los castillos de San Marcos en el Puerto de Santa María o el de Santa Catalina en Cádiz, son sólo algunos ejemplos que cuentan con esta peculiar piedra.

  4. Los balcones y las damas.

   Seguimos subiendo por las fachadas de los edificios y nos fijamos ahora en otro elemento que destaca en muchas de ellas, los bellos balcones que las adornan


   Los balcones fueron un signo distintivos para las familias gaditanas más acaudaladas, de hecho, durante la época dorada de la ciudad, siglos XVII y sobre todo el XVIII, se afanaban en buscar bellos diseños de estilos diferentes.

   Muchos de estos balcones y ventanas tienen unos herrajes semicirculares que sobresalen en la parte más baja.


   El motivo de esta curvatura es porque las señoras acaudaladas de la época solían usar miriñaques o armadores, una estructura metálica y ligera que mantenía hueca las faldas de las damas. Al tener forma curva el balcón en la parte baja, estas podían asomarse más a la calle sin temor a dañar el vestido.

   Otra curiosidad de los balcones es que muchos de ellos están completamente cerrados por cristales en lo que se denomina los cierros.


   En algunos se pueden aprecian cristales curvados, lo cual era de alta tecnología para la época, pero que sin embargo permitía seguir "vigilando" a la persona interesada sin que la madera interrumpiera la visión. Un capricho caro pero útil si eres un poco cotilla.

   Los balcones y cierros son de muchos estilos, barrocos, neoclásico, ecléctico, todo depende del gusto y la economía familiar, pero eso sí, si se fijan, ningún cerramiento supera la longitud del balcón debido a una ley de 1.845 que lo impide. Dado la estrechez de las calles, sólo faltaría iniciar una guerra de vuelos por el espacio.


   En ocasiones nos podemos topar con balcones de gran factura y que sin embargo cuentan con forjas muy modestas. Esto se debe a que durante la guerra napoleónica se intentó defender la ciudad de la invasión con todo lo que fuese necesario, incluyendo el hierro de los balcones.

   Posteriormente, muchas familias ya no pudieron soportar el coste de forjas, por lo que tuvieron que recurrir a otras más humildes.


5. Las torres y los barcos.

   Finalizamos la entrada, como no podía ser de otra forma, con una curiosidad situada en la parte más elevada de los edificios, las torres-miradores.

   Como os comentaba antes, una de las consecuencia del escaso terreno urbanizable con el que cuenta la ciudad, era la estrechez de las calles, pues bien, otra de las consecuencia fue que las casas se construyeron muy elevadas para aprovechar el terreno y poder tener vistas al mar. Pero para obtener mejores vistas, muchos no dudaron en añadir un elemento más para ganar todavía más visión, las torres-miradores.

  Durante la segunda mitad del siglo XVII, y sobre todo el XVIII, muchos comerciantes que tenían negocios en las Américas, decidieron construir estas torres en las azoteas de sus viviendas para poder vigilar sus intereses comerciales y prepararse con tiempo a la llegada de sus mercancías.

   En la época dorada gaditana (siglo XVIII) se contabilizaron más de 160 torres (algo único en el mundo), tantas que se llegó a prohibir construir más de una por casa y limitar su altura. Hoy en día la cuidad todavía cuenta con más de 120 de estas torres.

   En fin, como pueden ver Cádiz es mágica desde el suelo hasta el cielo.

   Hasta pronto

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