Maison Forte de Reignac: Un acantilado pegado a un castillo francés

   El anterior post de este blog está dedicado a la Maison Forte de Reignac, uno de los castillos más peculiares que he tenido la suerte de visitar dado que está literalmente excavado en un acantilado del Perigord francés, convirtiéndolo así en un auténtico castillo troglodita.


   Excavar un castillo en la roca tiene un gran riesgo en forma de derrumbe, pero sin embargo ofrece una gran ventaja, la protección que ofrece ya que sólo hay que preocuparse de los ataques que pudieran venir de frente. 

   Si tenemos en cuenta que Reignac nunca ha sido atacada (quizás por su inexpugnabilidad) y que desde su construcción en el siglo XIV tampoco ha sido destruida por un corrimiento de tierra, podemos decir que el señor del castillo parece que acertó con su construcción.

   Os comentaba en el anterior post, que Reignac era una "golosina" para los malhechores por los tesoros, títulos nobiliarios, víveres y damiselas (que podían ser secuestradas para pedir un rescate) que se escondían en su interior, y que por ello la seguridad era la principal prioridad del castillo. 

   A pesar de que Reignac es muy seguro, no es invencible a un ataque por sorpresa. Por ello hace 250 años se instaló en el castillo un sistema de alarma infalible....la Campana...

   Esta campana hecha en bronce ha resonado en todos los momentos importante del valle desde 1.789, pero por suerte no sólo suena en los momentos trágicos como incendios, inundaciones o ataques, sino que también suena en momentos felices como matrimonios, nacimientos o grandes fiestas.

   Su sonido alcanza varios kilómetros a la redonda e infundía miedo, o felicidad, a los habitantes del entorno, por ello estaba prohibido tocarla sin un buen motivo. Obviamente es el vigilante quién decide la importancia de un suceso a la hora de tocar la campana, pero para eso es necesario disponer de un gran campo de visión desde una posición privilegiada.....exactamente como las vistas que hay desde las terrazas superiores de Reignac...

   Sesenta y siete peldaños hay que subir para alcanzar la zona alta, sin embargo hay numerosos descansillos y puntos de interés que hacen más fácil la subida, o al menos más entretenida. Por ejemplo, fíjense en los numerosos agujeros excavados en la roca y que son enganches de vigas para estructuras ya inexistentes y que demuestran lo mucho que ha cambiado este lugar a lo largo de los siglos.

   Y es que el acantilado ha tenido mil y una transformaciones imposibles de precisar a lo largo de su historia, como demuestra la exposición que podemos ver en la cueva superior...

      Aparte de esta exposición y de las bellas vistas, en la terraza superior, también llamada "Nido de Águila", podemos ver alguna que otra curiosidad, como por ejemplo una fosa que fue excavada en el suelo (hoy tiene puesta una reja) y cuya utilidad no esta clara ya que podía ser una cisterna, una mazmorra para prisioneros, un almacén de comida o incluso una primitiva sala de armas...

   ...de hecho, cuando se iniciaron las excavaciones, en esta zona encontraron multitud de piedras de río acumuladas. Se cree que los primeros habitantes las utilizaban como proyectiles en caso de que otra tribu intentara arrebatarlos la cueva, que debía ser lo más parecido a un "apartamento de lujo" que existía en aquel período.

   Y no sólo por la protección del abrigo natural, sino también porque el pueblo del acantilado tenía una verdadera farmacia al alcance de la mano, ya que en los muros crecen multitud de plantas, muchas medicinales, como enebro, menta, amapolas, acebo, violeta, enredaderas, y un largo etc...

   Quizás fueron estas plantas, o quizás la discreción y tranquilidad que ofrece este lugar, por el que el alquimista Leopoldo Buenaventura decidió instalarse aquí para meditar y practicar sus misteriosas, e ilegales actividades...

  Y es que precisamente el aislamiento de las cuevas pudo atraer a toda clase de delincuentes, como por ejemplo los falsificadores de moneda, que de hecho es el nombre que tiene una de las cuevas interiores del acantilado.

   Todo esto y mucho más podrán descubrir en el documental que proyectan en el interior de la propia cueva, en una especie de miniauditorio natural que han habilitado.

   La visita está llegando a su fin, pero antes debemos pasar por el dormitorio de la Baronesa, que con su mobiliario de época y su reducida dimensiones es fácil hacerse una idea de lo acogedora que es esta habitación, sobre todo en invierno con la chimenea encendida...

   Justo todo lo contrario que nos espera en la última visita de este peculiar castillo troglodita....la Sala de Tortura.

   Durante la Edad Media la tortura era el método que usaba la "justicia" para lograr las confesiones de los condenados...¡y para otra cosa no, pero para esto de fastidiar al prójimo sí que estamos capacitado desde los tiempos remotos!...

   Un ejemplo de lo que os hablo es el Toro de Falaris del 500 a.c..

   Que es básicamente un toro de metal con una apertura lateral donde metían al condenado, en este caso a muerte, y que cerraban. Luego encendía fuego debajo del Toro para que, al calentarse el metal, provocase gritos de dolor que salían por una apertura en la boca, dando la impresión de un toro mugiendo...¡menuda barbaridad!

   Otro instrumento del horror era la Doncella de Hierro de Nuremberg (llamada así porque fue en el Castillo de Nuremberg donde se documentó una de la primeras doncellas de Hierro)

   En este caso el funcionamiento es también sencillo, un sarcófago con clavos en su interior que al cerrarse se clavan en el pobre desdichado. Lo peor de todo es que los clavos están dispuestos para clavarse en ojos, hombros, brazos, partes nobles, etc... pero evitan los órganos vitales para mantener con vida al preso el mayor tiempo posible. Esos sí, en esta ocasión las puertas son gruesas para evitar la molestias de los gritos.

   La exposición cuenta con máscaras de hierro, peras orales, vaginales y de recto, cinturones de castidad o potros de tortura a cada cual más atroz entre otros instrumentos de tortura...

   Desde luego esta sala no te deja un buen sabor de boca para finalizar la visita, pero es opcional, es decir, está fuera de Reignac y la pueden visitar gratis sólo si les apetece conocer un poco más sobre la crueldad humana.

   En resumen, la Maison Forte de Reignac es un castillo excepcional que no les dejará indiferente, tanto es así que está declarado Monumento Histórico de Francia, al fin y al cabo ¿cuántos castillos conocen excavados en un acantilado?...


Au revoir¡¡¡

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